Chapter five: “Pesadilla Realista”
Despertar de tu propia pesadilla, a veces refresca tu alma y te hace caer
en tu propia realidad, viendo como a tu alrededor todo gira y se mueve al ritmo
neto del tiempo; algo que muchos desean controlarlo, pero es algo que jamás ha
podido llevarse acabo, ya sea por la ley de naturaleza o por la ciencia propia.
Pero dentro de tu sueño, creas un espacio personal en donde el tiempo, es
creado a tu mente, ya que puede ver pasado, presente e inclusive el futuro
próximo.
Cualquier pesadilla, siempre es algo
que llega desde el fondo del corazón, como que en el aquel sueño trata de
mostrarte aquellos miedos que en la realidad no te atreves a enfrentarlos; y
vez tu vida desde un punto totalmente diferente al usual, y sentir que tu
pesadilla podría ser real, lo que más tu mente pedirá es escapar de ella,
escapar de aquello que te despoja la vida, que te infunde tus miedos más
profundos, algo que sin duda trataras de ignorar y aceptar un disfraz tras
creer que aquella es real.
Atte. Daeu ~
|| Flash
back ||
El silencio era
abundante en las cercanías, un silencio que era muy parecido a un frágil vidrio
que de tocarlo, podrías romperlo en miles de pedazos. Dentro de un leve
instante, unos quejidos se escuchaban desde una habitación muy lejana, una que
yacía completamente aislada de la totalidad de aquella enorme y prestigiosa
ciudad.
Una de sus tantas
insignificantes sonrisas ladinas, yacían en su pálido rostro, el cual mostraba
manchado por sangre; sangre completamente fresca desde los cadáveres de unos
cuantos guardias armados hasta los pies, pero aquel tipo al solo de levantar
una mano, la vida de aquellos guardias comenzaban a ser devorados en la entrada
del infierno, un lugar que muy pocos podían abrir y mandar unas cuantas almas a
sufrir por el resto de su eternidad.
~ / / ~ // ~
Su voz y quejidos pedían
a gritos socorro, socorro del dolor más profundo e significativo que una mujer
puede dar; un parto, algo en donde una
mujer entrega a la vida un nuevo ser totalmente puro e inocente.
-¡¡Kushina debes aguantar!!- Levantaba cada vez más, el
tono de voz aquel bello rubio, quien yaciendo al lado de su esposa, comenzaba a
aterrarse del dolor que su verdadero amor estaba llevando a cabo.- ¡¡Hazlo por
nuestra hija!!- Le pidió mirándola profundamente, no bajando por nada la
guardia, la vida de su mujer y futura hija estaban en riesgo.
-Minato, no pierdas la calma, Kushina te necesita y debes
concentrarte en todo lo demás, sabes el riesgo que ahí detrás de esto- Le
replico un viejo amigo suyo, poniéndole su mano completamente fría sobre su
hombro, haciendo recapacitar al Namikaze que solo con una sonrisa hizo que su
peliplateado amigo siguiera con su trabajo de partero.
Nuevamente los
gritos de Kushina se escuchaban por toda aquella habitación, escuchándose
finalmente el fuerte llanto de un bebe, aquel bebe que tanto esperaban sus
padres, los cuales sonreían completamente orgullosos, orgullosos de traer otro
ser a este mundo desde el fruto de su gran y puro amor. La pequeña Yoko lloraba
como cualquier bebe, siendo cargada por su padre con tanta emoción, que sus ojos
derramaban leves lágrimas, llevándola a
paso lento ante los ojos de su muy cansada madre.
-Kushina… gracias por esto, nuestra bebe es hermosa y
mírala, esta completamente sanita- Las palabras emocionadas de Minato, apenas
podían ser formuladas, Kushina observaba a su bebe desde la misma forma que el
rubio, no había nada que podría destruir ese bello momento, o eso era lo que
pensaban en ese instante.
-Otosan… ¿Quién es la bebe que llora?- La tierna e
infantil voz de la pequeña ojivioleta era de completa curiosidad, apareciendo
detrás de su altísimo y hermoso padre peligris tratando de ver a la bebe de
apenas unos minutos.- ¿Puedo verla?- Pregunto con el mismo tipo de voz,
acercándose despacio hacia ellos.
-Hija ven- La autoritaria pero a la vez suave voz de su
padre, hizo que aquella pequeña girase su bello rostro y le tomara atención al
adulto que se acercaba a ella y la tomaba entre sus brazos –Luna ella es Yoko,
ella será la personita que deberás cuidar mucho ¿verdad?- cuestionaba al mismo
tiempo Alexander, el padre de la pequeña Vampiresa que veía desde los brazos de
su padre como la bebe dormía en los brazos protectores de su madre.
-¡Claro Otosan!- Una hermosa sonrisa era dibujada en el
infantil rostro pálido de Luna, que con su animosa voz, veía tan divertida a la
pequeña Namikaze que por esas cosas del destino algo grande le deparaba.
Al cabo de un instante, una fuerte explosión
se logro escuchar en las afueras de aquel cuarto, alarmados Minato como
Alexander, dejaron unos instantes a sus protegidas para lograr ver que era
aquello.
-Luna quédate con Tía
Kushina y Yoko~chan, ya regresamos ¿si?- Lentamente el ojivioleta dejaba en el
suelo a su pequeña hija quien asintió y comenzó a caminar hasta Kushina, que a pesar de haber
dado a luz, aún mantenía fuerzas como para cuidar de aquellas dos niñas.
-¡Minato ten cuidado!- Le
grito la pelirroja a su amado, quien solo giro su rostro serio a una sonrisa
sincera, para luego salir de ahí con aquel Sangre Pura amigo suyo.
-¿Crees que se trate de
él?- Tan nerviosa y seria era la voz de Minato, que llegaba a poner un poco
intranquilo a Alexander, quien en silencio corría hasta el lugar de la explosión,
llegando y encontrando en el lugar mucha sangre y cuerpo votados por todo el
suelo ya destruido.
-¡Diablos! Ese maldito se
deshizo tan fácil de la alta guardia- Refunfuño Alexander, quien acercándose a
unos de los cuerpos, logro reconocer a un camarada suyo.
-Alexander… sama…- Aquella
frágil voz, se sentía tan débil que en cualquier momento se rompería en miles
de pedazos.- Aquel maldito… va tras la niña… no pudimos hacer mucho… lo
sentimos- Ahora aquel hombre comenzaba a toser sangre severamente, por lo que
aquel peligris bufo enojado mientras notaba como aquel hombre fallecía
finalmente y lentamente cerraba sus parpados en forma de respeto.
-Minato… era lo que
temíamos ese maldito Madara, viene tras Yoko- Sin duda aquellas palabras eran
ciertas, haciendo que Minato al instante comenzara a correr dentro de aquella
fortaleza pero antes de dar el siguiente paso, una fuerte explosión se hizo
presente, notando como cierto animal lograra salvarlo de aquel ataque a su
persona, logrando ver enseguida como aquel “animal” se transformara en otro de
sus grandes amigos.
-¡Fugaku!- Llamo el rubio a
aquel gran hombre, quien miro algo serio al Namikaze e hizo una señal con la
mano para que sus subordinaros acataran sus ordenes.
-¡Todos, busquen alrededor
de la fortaleza el rastro de ese maldito Madara, si es necesario pelear,
háganlo!- Fue la orden de aquel Uchiha, haciendo que los demás lobos corrieran
a gran velocidad en aquel lugar.- ¡Minato! ¿Kushina ya dio a luz?- Pregunto al
instante.
-Si, se encuentra dentro,
en el cuarto sellado con la bebe y Luna- Confirmo el rubio quien aún no lograba
recapacitar del todo- Sera mejor que vallamos dentro, no siento algo bueno de
todo esto- Confeso a la vez de ponerse a correr nuevamente seguido de los otros
dos seres diferentes razas a él, pero unidos por una profecía “La sangre maldita de la oscuridad”.
~ / / ~ // ~
La pelirroja con
la poca fuerza que tenía, lograba aún fortalecer el sello de aquella fracción
en donde estaba, junto a su pequeña bebe dormida quien era cargada por Luna, la
pequeña Vampiresa que no sabia que ocurría afuera y su curiosidad iba a limites
inimaginables.
-Tía Kushina, ¿Dónde están Papá y Tío Minato?- La niña al
parecer sentía un miedo, tenía un presentimiento aterrador, algo que no la dejaba
pensar o actuar como una niña normal.
-Ellos fueron a ver algo Luna~chan, no te preocupes por
nada, ya vendrán- Le regalo una sonrisa la pelirroja mientras volvía a su
concentración pero antes de que pudiera poner la atención por completo, una
fuerte onda de choque la hizo casi estrellarse contra la pared, de no ser por
Alexander la Uzumaki no se encontraría con vida.
-¡Kushina!- El grito de Minato era exasperado quien
corrió a lo que más pudo y se mantuvo a su lado, esperando que la pelirroja
abriera sus ojos o diera alguna señal.
-Tranquilo Minato, solo se desmayo- Le calmo Alexander
quien aún tenía en sus brazos a la Uzumaki, quien lentamente dejaba que el
rubio la llevara entre sus brazos.
-Otosan- Llamo Luna a su padre, viendo como había pasado
todo eso sin lograr entender nada aún -¿Qué sucedió?- Pregunto mientras su
padre tomaba a la bebe y le hacia una seña a Minato, quien asintió.
-Hija luego te cuento, tenemos que salir de aquí primero
¿si?- Mientras la pequeña peligris asintió, comenzaron a salir sigilosamente de
ahí, pero el llanto de la bebe hizo un giro a las cosas, ya que otra fuerte
explosión se llevo a cabo cuando estaban a punto de salir de la fortaleza y
gran parte de la estructura comenzó a destrozarse, mostrándose como yacía la potente
noche oscura, iluminada en su punto máximo por la Luna en donde este dada luz
potente directo al rostro de quien tanto temían.
-¡Maldito Madara, No lograras nada! ¡Mi hija no caerá en
tus manos ¿Me oíste?!- Tan fría como inexplicable era la voz del Namikaze, su
autoridad era máxima, pero la risa burlona del Uchiha malvado rompió un leve
silencio que se había dejado llevar.
-Minato eres tan ingenuo como siempre, haciendo alianzas
con dos razas que se odian, no me hagas reír, ¿Tú crees que no se llevaran a
cabo mis planes?- La voz de aquel hombre no tenía ni un indicio de ser mentira,
media muy bien lo que decía y jamás se equivocaba, siempre tan calculador y
llevando su odio al mundo al máximo punto.
-¡Entonces no bajes la guardia!- Arremetió Fugaku Uchiha,
uno de los Lycans más fuerte en la existencia del mundo, quien en su forma
lobuna se lanzo sobre el pelinegro y así sucesivos e múltiples ataques se
enviaban a aquel hombre, Madara solo esquivo mientras bajaba su mirada y dando un salto rápidamente, evitando que
los ataques le darán, dejándose ver como una fuerte batalla que comenzaba a
llevarse a cabo.
-Minato ¿Qué harás?- Cuestiono Alexander mientras volvía
a entregar a Yoko a su madre más recuperada y quien despertaba lento pero tomaba
atención a la siguiente orden de su esposo.
-Voy a pelear por la vida de mi hija, si es necesario
moriré, pero no dejare que ese maldito se quede con ella- La fuerte y fría
expresión de Minato era como un muro de hierro inquebrantable, tan fuerte que
jamás podría ser destruido, a lo cual tanto Alexander como Kushina sonrieron de
lado.
-Minato cuídate- Le sugirió y a la vez le comento la
pelirroja, quien levantándose con su pequeña en brazos le dedico una hermosa
sonrisa a su esposo- “Tal para cual, eres tú para mi y yo para ti”- le menciono
aquella frase que hizo que los ojos del rubio se abrieran momentáneamente para
luego sonreírle de la misma forma y comenzar a correr hacia la batalla.
-Kushina, Minato no te fallara, su corazón es puro y su
sangre es su orgullo- Fueron las palabras sinceras depositadas desde los labios
de Alexander quien luego de sonreírle a la pelirroja, se acercó a su pequeña
Luna y se agacho a su altura.
-Pase lo que pase, tu familia es esta, la que lucha por
un propósito en común y se cuidan los uno a los otros sin importan quienes sean-
Le refirió lentamente a su hija, quien solo depositaba una sonrisa y en un
veloz movimiento abrazo a su padre.
-¡Te amo Papá!- El rojizo de sus mejillas ahora era
acariciado por la mano de su padre que luego de asentirle, se levanto y dirigió
una última mirada a ellas, para desaparecer en una extraña ventisca fría como
su piel reluciente.
~ / / ~ // ~
Los ataques venían
e iban, la batalla pasaba a extremos impresionantes; destrucción, caos y muchas
vidas yaciendo a la muerte. La resplandeciente y filosa Katana de Minato,
estaba ya muy gastada y con algunos manchones de sangre, provenientes de los
secuaces que Madara había traído con el.
Gotas de sudor se
posaban el rostro ya exhausto de Minato, quien a pesar de todo, su posición de
atacante y defensa era innata; Tan perfecta que se notaba que costaría
demasiado como para destruirla, pero con su actual enemigo eso se estaba
poniendo en duda. En un leve desliz Minato miro directo a la luna y un destello
le alumbro todo el rostro, mientras que lentamente cerraba sus ojos y dejaba
que una extraña ventisca rodeara su cuerpo, que al momento de abrir los ojos,
todo rastro de cansancio increíblemente había sido borrado.
-Si mi sangre fuese renegada, hace mucho que me hubiese
odiado a mi mismo- Suaves pero secas palabras salían de sus labios sin
expresión alguna, lo que totalmente fue un movimiento en silencio mientras que
dando un salto, había llegado al frente de Madara, quien estaba golpeando
increíblemente a su amigo Lycan.
-Que estúpido fue haber involucrado a la traidora de mi
familia en esto Minato, ahora veras como cada lazo que has creado, se romperá
en miles de pedazos- Mencionaba seco y con aquella sonrisa sádica totalmente
imborrable, mientras seguía haciendo forcejeo contra el cuello de aquel Uchiha.
-Minato, será mejor que te vallas de aquí y te lleves a
Kushina y Yoko…- Lograba decir Fugaku, quien ignorando a Madara mencionaba con
tanta seguridad.
-No dejare que nadie más muera Fugaku- Volvió a hablar
frío el Namikaze quien en un veloz movimiento, lanzo un ataque a Madara el cual
soltó a Fugaku y corrió velozmente hacia Minato con una especie de Kunai para
propinarle un ataque.
El rubio no bajo
guardia y notando el siguiente movimiento de Madara por su espalda, lanza al
suelo en donde estaba una Kunai con extraña forma, haciendo que el rubio
velozmente se moviera y arremetiera contra el Uchiha una especie de esfera
negra que logro hacer un fuerte huracán en el lugar, destruyéndolo más de lo
que ya se hallaba. Haciendo que Madara rápidamente hiciera una especie de sello
y lograba sacar de una especie de Hoz rodeada de fuego negro que confronto el
rasengan de Minato, haciendo que el tan fuerte impacto, lograba mover hasta el
suelo y lo destruyera en gran parte.
-Mierda, ocupe este ataque tan luego- Bufo Madara que se
hallaba con gran parte de sus ropas quemadas y rotas, al igual que el rubio que
se encontraba a tan solo metros de aquel hombre poderoso. -¿Pretendes matarme
Minato?- Pauso a aquello para dar una carcajada llena de hipocresía -Sigues
siendo un maldito ingenuo y por eso perderás más de lo que tienes- Le confirmo
mientras arremetía nuevamente contra el rubio aquel ataque con su Hoz,
desapareciendo en segundos del lugar.
~ / / ~ // ~
Alexander se
mantenía escondido entre las infraestructuras despedazadas, Minato le había
dado la orden de vigilar en todo momento a Kushina como a las pequeñas niñas.
Más que nada, Alexander sabia que no solo estaba en juego la profecía, si no
que la vida de su hija también estaba en riesgo debido al poder que ella poseía
guardado desde su profundo corazón pero al ser una niña, yacía completamente
sellado dentro de su ser.
Era increíble que
las ondas de choque de los ataques que tanto Minato y Madara había propinado,
se dejaran sentir ahí, a unos cuantos kilómetros de la posición actual. Kushina
solo se mantenía callada mientras observaba como su pequeña recién nacida
dormía plácidamente y que la pequeña peligris se encontraba en completo
silencio.
-Solo espero que nada grave este pasando- Mencionaba con
cierta preocupación la pelirroja, quien logro sacar de sus pensamientos a la
Vampiresa.
-Tengo miedo Tía… sé que algo bueno no va a pasar-
Finalizo la chica parándose lentamente y sintiendo como una ventisca
completamente helada elevo su blanco vestido, haciendo que cerrara sus ojos a
la vez.
Y al abrirlos un
fuerte miedo infundo hasta lo más profundo de su ser, un tipo totalmente
desconocido para la Pura Sangre estaba frente a ella. Solo logro llevar una
mano hacia su boca y retrocedía unos pasos hacia atrás, a la vez de escuchar el
desesperado grito proveniente de la Uzumaki.
-¡Madara!- Fue el fuerte grito de la mujer, quien
arremetió en posición totalmente protectora, quien desde una de sus botas lanzo
una Kunai que exploto cercanamente del hombre. – ¡Luna ven y ten a Yoko!- Le
ordeno suave mientras le entregaba a Yoko lentamente y la peligris asentía,
mientras comenzaban a correr, dejándose ella a la defensiva de aquellas niñas.
– ¡¿Que rayos paso con los demás, donde esta Minato?! – Pensó con algo de
exasperación, mientras miraba como de destruido estaba el lugar y veía manchas
de sangre por todas partes, asustándose más.
-¿Kushina que no entiendes la situación actual?- De una
de las esquinas destrozadas estaba sentado Madara tan tranquilo como si nada
hubiese sucedido –Minato y los demás están muertos, en poco tu acompañaras a tu
amado, descuida yo cuidare bien de su bebe- Dijo sin ningún remordimiento el
hombre infame, haciendo que Kushina parara en seco y abriera sus ojos dé la
impresión.
-No… eso no es verdad…- La voz temblorosa de la pelirroja
salía a flote, mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas -¡Minato no esta
muerto!- Le grito a lo siguiente con
tanta rabia, que los cielos comenzaron a tronar fuertemente, haciendo que el
fuerte llanto de la bebe se escuchase a ello.
-Exacto, Minato te hizo una promesa ¿no?- Salió desde las
sombras el pelilargo con su expresión tan suave pero a la vez seria. –El no
esta muerto y lo sé mejor que nadie- Le volvió a recalcar al maldito hombre que
comenzaba a cambiar expresión.
-Ahora ¿El líder de los Vampiros?- Irónica fue la
pregunta del pelinegro –Woah, realmente me impresiona con quien Minato hace sus
alianzas- Menciono parándose y a la vez, lanzando un ataque hacia ellos.
-¡Luna, Yoko!- Fue otro grito desde los labios de
Kushina, quien observo luego que ambas se encontraban en los brazos de
Alexander, que evadió el ataque y logro mantenerlas a salvo.
-Otosan…- Aún Luna mantenía ese miedo, algo que le
azotaba el corazón lentamente.
-Tranquila princesa, yo jamás dejare que algo te pase, se
lo prometí a tu madre en su último minuto de vida y te lo prometo de por vida-
Tan fuerte mantenía aquel lazo con su pequeña e única hija que jamás retrocedía
a una promesa.
-¡Hmp!- Expreso el rostro del Uchiha que velozmente
corrió hacia Alexander para propinarle un golpe – ¡Esa niña es mía!- Grito a la
vez de tan solo por segundos darle aquel golpe al Maxwell quien evadió con algo
de dificultad, debido a que llevaba en sus brazos aquellas niñas tan valiosas,
inclusive más que el mismo oro.
La pelirroja veía
algo aterrada desde el suelo la gran cortina de humo que se armó debido a los
veloces e intrépidos movimientos de aquellos dos hombres. En un lapso de tiempo
los escarlatas ojos de Alexander se dejaron mostrar una vez más, mientras que
sin que Madara lo viera venir, desde su boca soltó un extraño hielo tan blanco
y puro que de hacer contacto con el cuerpo del pelinegro hombre, este comenzó a
incinerar de alguna forma, en donde el Vampiro aprovecho para mantener en algún
lugar tanto a su hija como a la bebe. Luna no sabia que decir ni hacer, solo
veía a su padre de forma shockeada, todo giraba tan rápido a su lado que la
aterraba de alguna forma.
- ¡Luna escucha!- Le indico rápidamente antes de que
Madara se deshiciera su ataque -¡Debes proteger a la bebe y quedarte aquí!
¿Entiendes? Yo acabare con ese hombre y vendré por ti- Le sonrió a esto último
solo recibiendo una pequeña sonrisa devuelta de la pequeña Maxwell.
-Yo creo que eso no será cierto- Otra vez ese tono de
maldad pura salió de los labios de Madara quien en ese instante poseía una
especie de Katana con unos extraños Kan ji y velozmente se dirigía al pequeño
cuerpo de Luna.
Todo paso tan
rápido. Sangre derramada frente a esos hermosos ojos violetas, un Pura Sangre
había sido atacado. Un gran crimen en la actualidad era eso; Hacer derramar
sangre proveniente de un linaje tan respetado y de los pocos clanes que ya
perduraban en la existencia del mundo. La expresión de aquellos ojos violetas
se caía tan lentamente, como un hielo que al exponerse al calor comenzaba a derrumbarse.
Aquella Katana prohibida le había atravesado el corazón de un ataque.
-¡Otosaaaaaaaaaaan!- Fue el fuerte grito de los labios de
Luna, mientras veía como en un lapso de tiempo, su tan amado padre se había
sacrificado para salvar su vida, quien rodeado de su propia sangre no dejaba de
sonreírle a su única hija y acercaba
lentamente su mano fría a la mejilla mojada por las fuertes lágrimas que la
niña derramaba en aquel momento.
-No te olvides… tu familia es esta y siempre lo será- De
a poco su cuerpo comenzaba a brillar mientras aún lograba mantenerse frente a
la peliplateada acariciando su mejilla – ¡Te amo Luna!- Fue lo último dicho por
Alexander que a lo siguiente, su cuerpo estallo en miles de cristales
multicolores muy brillantes y preciosos, como un hermoso diamante real y puro;
así siempre era descrito Alexander Maxwell, un ser precioso y puro sin maldad
en su corazón.
Su cuerpo
paralizado. Sus lágrimas saliendo aún llenas de dolor y compasión total. Yoko
lloraba fuertemente entre sus brazos, nada detenía ese llanto, tan fuerte como
el dolor profundo del corazón de Luna, quien solo bajo a la bebe, depositándola
en el suelo momentáneamente, para acercarse a un cristal que sobro de los
restos de su padre, curiosamente la niña lo tomo entre sus manos y logro ver
que su forma era como su nombre, tenía pulida la forma de una luna a medias, la
ojivioleta acerco aquel objeto a su pecho directo en donde estaba su corazón y
sonrió lentamente mientras una última lágrima caía desde su ojo, recorriendo su
rostro hasta tocar finalmente lo que eran los restos de su recién fallecido
padre. Luego la pequeña Vampiresa no recordó nada más, ya que su cuerpo
lentamente cayo al suelo inconsciente presionando contra su pecho, aquel
recuerdo que su padre le había dejado.
- ¡Por Dios!- Los temblorosos movimientos de Kushina eran
absortos, sus profundos ojos azules vieron todo lo que aconteció hace un
momento, uno de los grandes amigos de su esposo, había sido asesinado por
Madara, quien solo observaba todo con esa vil expresión.
-Es estúpido como la gente puede sacrificar su vida por
otros- Sus palabras eran frías y completamente despiadadas, en fin a Madara
nunca le ah importado el ayudar a otra persona, solo jugar con ellas y luego
botarlas como basura.
-¿Cómo puedes ser tan maldito?- la pelirroja se mantenía
aún absorta de lo que había sucedido, más con la actitud nefasta que el Uchiha mantenía
sin preocupación alguna. Madara devolvió vista hacia la pelirroja y antes de
que esta hiciese algo más, velozmente se poso detrás de ella y con una mano
golpeo su cuello para que la mujer cayera semi-inconsciente al suelo.
-No creas que me olvide de ti, Kushina- Le menciono desde
su posición actual, viéndola tirada en el suelo sin ningún tipo de
culpabilidad, a lo que Kushina no al 100 % de la inconsciencia, tenía su vista
nublosa posada sobre su bebe, que lloraba a lo que más podía, sintiendo y pidiendo
desde sus adentros que estuviese a salvo de ese maldito hombre.
-Minato por favor… ¡Ven y salva a nuestra bebe!- Reclamaba
por dentro la Uzumaki cerrando sus ojos al borde de las lágrimas, pidiendo de
corazón que su rubio amado apareciera y salvara como pudiese, a su pequeña
recién nacida.
El regresivo
llanto de la bebe, hizo que Madara lentamente posara su vista en ella y como ya
sentía que nadie podría interrumpir su cometido, se acercó a ella a paso lento,
hasta el punto de ver la radiante cicatriz en forma de estrella debajo de su
pecho izquierdo, justo encima de su corazón. Cicatriz que se le fue forjada
desde que salió al mundo y que el Dios de la muerte, le entrego aquella llave
para guardar el fuerte poder que se le fue otorgado. Aquella Maldición como
Bendición que fue dada a Yoko, ya no seria una humana normal, si no una humana
llena de sangre descendiente de un Shinigami, llevándola a ser la protagonista
principal de la profecía “La sangre
maldita de la oscuridad”. La cual yace, desde los comienzo de la humanidad,
donde todo era caos por la sobrevivencia de todas las razas actuales y ella,
lograron re-existir las más fuertes; Los Sangre Pura, Los Lycans y los
Shinigamis, estando esta última raza como extinta, solo manteniendo pocos
descendientes luego de que comenzara a crecer la humanidad fuera de las razas. Y
por tal, el primer descendiente humano de aquella raza había sido un hombre
cuyo nombre se hizo a conocer hace una década conocido como “Namikaze Raizo”,
más conocido como el hijo puro del Dios de la muerte, teniendo poderes
bastantemente inusuales y que tenía prioridad por sobre lo de las demás razas
ya existentes. Y por profecía dictada por Raizo en cuanto dejo el mundo, debía
haber una nueva vida que llevara tal poderío e infinitas cosas que una persona
normal no podría llegar a vivir, profesando que el nuevo “usser” de aquello seria dictado por el Destino y demostrado a sus seres queridos
en sus recuerdos marcados, que el mismo Namikaze crearía como una ilusión por
tal de la creación de su última profecía.
A lo cual, un día
muy fría por la madrugada, donde los cielos negros yacían llenos de miles de
luces provenientes de las estrellas que eran observadas por cierto rubio que
estando a esas horas despierto no lograba conciliar el sueño. Minato presentía
algo extraño dentro de su ser, era una sensación que le presionaba el corazón,
cada vez que giraba su mirada se encontraba con el cuerpo durmiente de su amada
esposa, que en el día ahí presente le había traído cierta noticia al rubio, la
cual trataba de que por tercera vez traerían otro miembro a su familia y a su vez
se trataba de una niña específicamente, algo que Minato siempre ha deseo y su
sueño ya se estaba presentando a sus ojos, mientras cada sonrisa que le regalaba
a su amada, alejaba esa inseguridad y extrañez que sentía su alma. Por lo que
siguientemente camino hacia el lado de su esposa y se recostó a su lado,
mientras ponía suavemente la mano sobre su pancita donde crecía su preciada
hijita. Luego de ello cerro los ojos por fin logrando recuperar el sueño, pero
no tan especifico como el deseaba; en aquel sueño Raizo Namikaze, su antepasado
le profetizo su última voluntad, que al nacer la última Namikaze de su familia,
se le cedería un poder inigualable a otro, trayéndole consecuencias como
beneficios a su vida sin que nadie le impidiera el no serle otorgado aquello.
-¡No tocaras a mi hija, Maldito!- Una fuerte onda de
choque le dio de lleno al Uchiha directamente ocasionada por un frío rubio que
se encontraba con su esposa entre brazos, mientras se le podía ver en sus ojos
lo furioso que estaba.
Madara rápidamente
se levanto de entre los escombros y comenzó a hacer unos extraños sellos con
sus manos, sacando un extraño pergamino rojo, el cual al untarle su sangre
comenzó a salírsele unos códigos Kan ji que comenzaban a arrastrarse por todo
el suelo que había en los alrededores, haciendo que alertamente Minato se
pusiera en pose de ataque, que sin darse cuenta, esto solo tuvo efecto
contrario ya que al intentar lanzar un rasengan este fue absorbido por el pergamino que aún estaba en las manos
del pelinegro.
-Puede que no consiga a tu hija hoy- Menciono el hombre
malvado totalmente seco para luego sonreír ladinamente antes de desaparecer por
completo –Pero algún día vendré por ella y todo ser mio- Aquellos Kan ji
depositados comenzaron su efecto, ya que estos comenzaron a iluminarse tan
fuerte que debido a ello el rubio debió taparse velozmente los ojos que de lo contrario
hubiese quedado ciego por la luz emitida, que al hacerlo, estos se hicieron
pequeños y formaron un tipo de sello en forma de llave que fue prescrito en el
sello de estrella de la pequeña Yoko que ya dormía profundamente sin darse
cuenta que gracias a ello, su vida se vería implicada en muchas cosas
totalmente inexplicables. Toda tormenta siempre intenta arrasar con todo, pero
luego que se da la calma el daño hecho siempre se repara; por lo que Yoko
tendrá que confrontar su poder oculto si no desea que su vida se encarcele por
completo.
|| Fin Flash back ||
Los ojos de
Deidara eran notables ante la impresión de saber todo aquello, sentía miedo,
coraje, odio entre otros sentimientos indescriptibles, ahora podía entender
porque la vida de su hermana menor era así, con tanta protección y alejamiento
de la sociedad.
-Deidara te lo
contamos porque ya era el tiempo de que lo supieras- La seria voz de su rubio
padre salía tan seca que el pelilargo apuñaba su mano con fuerza –Ya eres lo
suficiente maduro para saberlo, ya que si te lo hubiésemos dicho hace tiempo,
no nos hubieses creído, pero todo lo que esta pasando es por algo y tu como el
próximo sucesor de la Familia debes saber todo lo referente a nuestro pasado-
Finalizo dirigiéndose hacia la ventana notando como la oscuridad había cubierto
toda la ciudad.
-¡Esto es tan
irónico, acaso… ¿me quieres decir que la chica que tanto amo es un ser
mitológico de hace mucho tiempo?!- Deidara antes esas palabras se paro de su
puesto totalmente exaltado, ya que sus propias palabras dichas eran difíciles
de aceptarlas el mismo, escuchando como el silencio comenzó a abarcar la sala,
por lo que sin más se retiro totalmente disgustado de ahí, siendo visto
preocupada por parte de su madre y visto por su madre que aún se mantenía algo
inexpresivo.
-No se lo tomo
bien- Fueron las palabras de la pelirroja quien estaba sentada en la mesa y
miraba a esta.
-Tendrá que
aceptarlo si desea seguir al lado de Luna y Yoko- Comento el rubio sentándose
al frente de su esposa, para dar un suspiro y comenzar a darse cuenta de que
aquí hacia delante las cosas costarían más a como estaban hace tiempo.
Deidara caminaba rápidamente hacia el
aparcadero, subiéndose inmediatamente a su moto e comenzaba a encaminar hacia
la casa de la peligris, tenía que escucharlo de sus propios labios, si cierto
pasado era lo que había acontecido, de camino pensaba una y otra vez, ¿Acaso
Luna nunca confió en el como para contarle que era un ser totalmente diferente
a él? ¿Acaso Luna no lo amaba como el creía? ¿Acaso escondía algo más como para
no confesarle lo que era? Miles de interrogantes inundaban su mente confundida,
llegando finalmente hasta el aposento de la chica, aparcando la moto y yendo
directamente a la puerta de entrada para abrirla rápidamente con sus llaves
dadas por la Maxwell e ir directo a donde creía que podría estar la chica.
~ / / ~ // ~
Todo
estaba a oscuras en aquella habitación, la peligris miraba a Itachi con un nudo
en la garganta, no sabia que hacer frente a sus palabras, por lo que retrocedió
unos pasos en su cama como tratando de escapar pero todo lo que aquel Uchiha
había dicho, era lo que más pedían sus odios escuchar, haciendo que
notablemente a Luna se le comenzaran a mojar los ojos con sus cristalina
lagrimas, que intentaba no botarlas siendo esto imposible.
-I… Itachi
¿Porqué?- La delicada voz de la peligris con dificultad salía, solo sintiendo
como los fuertes brazos de Itachi la acercaban a su cuerpo.
-Luna, desde
que me entere que tu eres la Princesa Maxwell Sangre Pura, siempre te eh estado
observando, cuidando desde las sombras– Le comenzó a explicar levemente para
con una mano tomar el mentón de la chica y hacer que esta le mirase. –Todo lo
que me rodea me lleva a ti Luna.- Finalizo el chico para impulsivamente sin que
nada lo dejase reaccionar, tomo posesión de los labios de la ojivioleta sin
saber que detrás de ella y con una cara totalmente aterrada estaba su rubio
amigo, quien había abierto sigilosamente la puerta de la habitación de su
posible ex-novia.
Deidara no supo como reaccionar a eso, sus
pupilas se dilataban y su cuerpo comenzaba a temblar cada vez más rápido, llevo
una de sus manos hasta su boca y con sus dedos inconscientemente toco sus
labios, que al sentir ese contacto notaba como de caliente estaba, quizás pensó
que fue debido a que siempre pensó que esos divinos y fríos labios le pertenecerían
solamente a su boca; pero ya con todo lo que sus preciosos ojos azules veían,
su semblante tan sonriente era opacado por uno frívolo, como si no tuviese
vida, haciendo que tan solo una gota cayera lentamente desde su ojo recorriendo
cada centímetro de su piel hasta llegar al suelo frío y duro, y hacer un sonido
seco. Los pasos del Uzumaki se comenzaron a escuchar lento y con gran tono,
como si su paso quisiese ser notado de alguna forma, dejando a un Deidara
completamente destrozado por dentro aunque por fuera mostrara una mascara falsa
como muchos hoy en día ponían, haciendo que este inconscientemente sube a su
moto y subiendo su rostro hasta ver la que era la habitación de Luna, sus
labios se curvaron en una extraña sonrisa ladina, para escucharse finalmente el
sonido del motor de su motocicleta y dirigirse hacia cierta peliazul que tal
vez podría ayudarlo a retomar una venganza en contra de su ex-mejor al creer
que este le quito a su preciada y amada novia, y que mejor plan de venganza que
hacer algo con la ex-novia de Uchiha Itachi: Koizumi Konan, una preciosa chica
peliazul que le había roto el corazón al Uchiha, después de que esta se
enamorara perdidamente de unos de sus amigos y senpai como él le llamaba a
Pein.
-Una tormenta caerá
en ti Itachi- El dolor con que citaba aquella frase el rubio, era fría y seca,
ningún tono irónico se escuchaba de ella, para luego este mover la manilla y
velozmente se retiraba de aquel lugar directo al departamento de aquella chica.
Sin que ambos notasen lo que el Uzumaki había presenciado,
instintivamente Konan luego de sentir la lejanía de los labios de Itachi de los
suyos, cayó hacia su cuerpo reposando en su fuerte y duro torso, mientras
mantenía sus ojos cerrados y de ellos aún caían varias lágrimas, mientras los entreabría
y su mano se iba hacia su cuello para con sus suaves dedos tomar el collar que
su padre le había dejado, sin saber aún que este era la clave o llave, para que
la peligris dejara caer sobre el mundo su fuerte poder como Sangre Pura que era.
Mientras el Uchiha observaba cada movimiento de la chica, no dijo palabra
alguna, solo observándola en preciado silencio mientras que estiraba su mano y
tomaba una sabana de tela tan delicada, como la piel de la chica para comenzar
a cubrirla delicadamente y reposar con ella por un poco más de tiempo.
~ / / ~ // ~
La noche en si, tenía un tono bastante
macabro, se podía notar que el viento daba de lleno en el rostro de la
pelinegra, que sin que nada pudiese iluminarle la mirada, su sed y hambre de
sangre le comenzaba a hervir.
-El deseo crece y crece más- El
viento helado soplaba lentamente, moviendo las hojas rojas de los arboles
preciosos que aguardaban fuera de la habitación de la chica. Aquella voz logro
reconfortar lo que pensaba, era como si la soltaran de sus propias cadenas, era
lo que los oídos de ella esperaban escuchar desde aquella voz que le hablaba
desde su interior.
Silencio de nuevo. Su vista se poso
lentamente en el cielo, observando como aquel cielo negro se contemplaba de nubes
y se pintaba de negro con tintes rojos, pero al notar la luna, su alma llamaba
a la nada, aquella estrella enorme llamada luna, se teñía poco a poco de un
color gris brillante. Estando en la oscuridad de su habitación no se notaba la
perfección de sus rasgos, pero al dar un salto desde su habitación al suelo
frío y duro, comenzó a caminar por la calle notándose de inmediato su largo
cabello negro era elevado por la brisa fría que cubría la ciudad a esa hora.
Sus ojos eran tan increíblemente bellos que hipnotizaban de pies a cabeza, era
de un rojo escarlatta, pero de estos sobresalía lo dilatas que estaban sus
pupilas, su blanca piel notaba lo delicada, suave y tersa que esta, mientras su
atuendo comprendía de una polera blanca y un short corto, estando por último
completamente descalza.
Todo movimiento de la chica, eran observados
por aquella criatura de la noche, que por esas cosas del destino, había decidido
salir de noche a buscar algo interesante que hacer. Tal vez iría por una chica,
se acostaría con ella y luego bebería de su sangre lentamente hasta zacearse
por completo. Pero desde que su azabache mirada vio a aquella chica, por nada
del mundo quitaría vista de ella, ya que desde luego, Yoko le pertenecía, como
el mismo Kyouya se había tomado como destino.
-Uhm… su mirada es diferente a la de
siempre- Saco a relucir en esa oscura noche, sus afilados colmillos, que con la
luz que radiaba la Luna, le daban un extraño brillo fugaz.
Aquella mirada que el Vampiro había comentado,
era tan verdadera como ilusa. La expresión que la Namikaze llevaba era una fría
pero a la vez macabra, cualquier persona que estuviese consciente pensaría que
acercarse a aquella chica, seria lo más estúpido que podría hacer si su vida
valoraba, pero no todo es como uno desea ver, ya que a solo metros de la
Namikaze, se hallaba una estúpida chica que había estado molestando durante
mucho tiempo a la pelinegra, que mejor victima podría encontrar la ojiazul en
ese momento, que de tan solo divisarla sus preciosos labios rojos sonrieron tan
ladinamente que de solo ver su expresión, uno mismo sentiría como la vida comenzaría
a pasársele frente a sus ojos tan veloz, como Yoko se había acercado a esa egocéntrica
rubia.
-Pero miren a quien tenemos aquí-
Llego a gritonear la drogada chica mientras reía junto a un grupo de estúpidos
que solo desperdiciaban su vida. –¡Si no es la perra Namikaze! ¿Acaso alguien
te asalto o ibas a comprarte un vida, eh?- Sin que parase de reír, la pelinegra
tomo rápidamente un fierro con partes zanjadas y con si en cámara lente se
tratase, aquella estúpida compañera de la ojiazul se encontraba tirada en el
suelo ya muerta, con múltiples cortes desde el barrote que Yoko había tomado
solo para callarla, haciendo que el miedo y pánico se comenzara a esparcir por
el resto de su grupo, mientras algunos empezaban a gritar y otros comenzaba a
correr por todo lo que increíblemente la chica había hecho y a tan veloz
tiempo.
-¡¡Eres un monstro!!- Grito otra de
las chicas, en cuanto pudo ya que la Namikaze ya tenía su mano atravesándole el
corazón, aun sonriendo y lamiéndose la sangre que en su rostro había caído.
-No, soy un Dios- Arrogante era su
tono de voz, tan diferente al habitual que simplemente el miedo abarcaba todo a
su alrededor, siendo aún espiada por un sonriente pelinegro que en cuanto noto
que la chica había acabado con ese grupo de humanos, comenzó a caminar en su
dirección.
Todo a su entorno se puso tan confuso que su
expresión comenzó a cambiar lentamente, mientras sentía como en sus oídos un “Tic
Tac” comenzaba a sonar, a lo que al cerrar sus ojos instintivamente tapo sus oídos
con ambas manos, como tratando de no escucharlo, pero imposiblemente pudo
detener aquel sonido que en cuanto abrió los ojos, este se detuvo pero sus
hermosos ojos azules volvieron a la normalidad y veía todo con horror, nuevamente
había notado como su peor pesadilla, se había hecho realidad al mostrarle que
su lado demoniaco nuevamente había escapado de su control, sintiendo como una
fuerte presión le dio de lleno en el pecho e irreversiblemente sintió como su
cuerpo le comenzaba a pesar, sin darse cuenta de que iba a caer en el duro
suelo, de no ser porque unos brazos fuertes la tomaron en cuanto perdió la
consciencia.
Hibari no entendía del todo, porque había pasado
todo eso, pero de lo que estaba seguro es que ahora más que nunca, no podía alejarse
a ella; cada cosa la llevaba a ella, todo de él sentía que de era de ella, solo
de ella, de Namikaze Yoko. Al elevarla en su brazos noto como una lagrima caía
de su ojos derecho y este con su dedo la seco ligeramente, para comenzar a
caminar y con un extraño poder, hizo que toda la matanza que había ahí, fuese
borrada del mundo, oh al menos que no quedara pista de quien había sido la
asesina de ello…~
No hay comentarios:
Publicar un comentario